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9.24.2006

El arte colombiano de Antonio Caballero


¿No hay plata?

Con la política de seguridad democrática no queda nada para financiar lo único que garantizaría la seguridad: El empleo, y en particular el empleo del campo. [En realidad no hay que leer nada más, ya en el título se descubre esa seña de identidad colombiana: «Ábrase de piernas por las buenas y así no la violo». La seguridad es el resultado de que nadie tenga motivos para delinquir, pues mientras tenga motivos para delinquir, ¿cómo no va a delinquir? ¿Qué importa que la experiencia de todo el resto del mundo sea otra? Nietzsche decía que «el que valora la compasión anhela la compasión», del mismo modo, el que justifica el robo en la necesidad, sobre todo cuando no delinque ni es pobre, está explicando mucho sobre sí mismo: «Sin mis rentas seguras yo salgo y retengo niños, cuidadito con quitarme algo». Para esta lógica, el empleo no es el resultado de la confianza, sino al revés, a los raponeros se les da trabajo en el servicio doméstico y al tener satisfechas sus necesidades no roban. ¿Seguirán el consejo los joyeros para no tener esa molestia de los pistoleros? De paso, las FARC son sólo campesinos que se rebelan por la falta de empleo, hace tiempos que oigo eso. No es raro: Caballero fue, junto con Enrique Santos Calderón y García Márquez, un impulsor abierto de las guerrillas en los años setenta. Ahora es el representante arquetípico de los colombianos ricos, sobre todo de los colombianos ricos de la capital. Es que las guerrillas defienden a esos colombianos contra la amenaza liberal. Pero sobre todo, los expresan. Después de que el pleno empleo es una condición para que se apliquen las leyes, ¿quién va a exigir a un profesor de la Nacional que haga otra cosa que preparar «Mateos», incendiarios de buses o lanzadores de papas-bomba? Claro, algo de química sí llegan a aprender.]

Por Antonio Caballero

Toda la plata [¡toda!] de las tres [¡tres!] reformas tributarias que ha hecho el presidente Uribe, y vamos ya para la cuarta, se ha ido en financiar su política de Seguridad Democrática. [Así son las cuentas colombianas, ¡tres reformas tributarias! No es que la tributación sea insuficiente, sobre todo porque hacen falta muchos billones para pagar las rentas de los lectores de Caballero, sino que se hacen demasiadas reformas tributarias: ¿alguien se preguntará qué cantidades reales implica cada reforma? No importa: ¿por qué no hay una reforma tributaria estructural que se parezca a la de unos países europeos que quieren (jajajaja) tomar como modelo? Porque-los-políticos-elegidos-por-los-lectores-de-Caballero-se-oponen? No hablemos de que precisamente (precisamente) la tributación es obscenamente benévola con esos sectores. ¡El problema es la cantidad de reformas tributarias!] Pero no da abasto. No alcanza ni siquiera sumándole otras fuentes de recaudo, como los ahorros (¿de verdad?) en sueldos oficiales gracias a la liquidación de docenas de entidades públicas, que han eliminado a 30 mil funcionarios. [El juicio sobre el acierto o error de esas políticas se ahorra: siempre se está con los agraviados: ¡30 mil funcionarios! ¿Alguien se detendrá a pensar que esos 30.000 funcionarios estaban viviendo a costa de las posibilidades de los demás colombianos? Se presentan dos problemas, 1. que el gobierno cobra impuestos, 2. que amenaza las rentas de los lectores. Para el primero siempre está la excusa de los gringos o de los potentados, para los segundos siempre está la retórica: el derecho al trabajo, los derechos económicos y sociales. Pero no hay ningún malentendido: los ricos, es decir, los lectores de Caballero, es decir, los empleados estatales, deben tener sus rentas seguras y los demás deben proveérselas. ¿O de dónde va a sacar dinero el Estado para pagarles? Claro, de los cinco potentados que precisamente protegen a los políticos que defienden a los intereses de los lectores de Caballero. Eso se proclama, después esos políticos en el Congreso defienden otra cosa, y al final siempre se mantiene la mayoría en la miseria, precisamente no hay empleo rural, porque a quien se le quitan recursos para los parásitos es a los productivos o a los excluidos. Es normal la obsesión intimidatoria de los jóvenes doctores colombianos contra este blog, es que verdades tan simples deben ser tapadas por el odio contra Bush o contra los prohibicionistas.] O como los ingresos por privatizaciones de empresas del Estado: bancos, electrificadoras, refinerías, clínicas del Seguro, Telecom, Adpostal, ahora incluso la estratégica Ecopetrol, en una maniobra que el Presidente llama "capitalizar" la empresa y que no es otra cosa que su venta por piezas: para empezar, un 20 por ciento. [Como es preceptivo, la discusión técnica sobre eso se obvia: el colombiano es un tipo de ser humano que exige sus rentas y las considera un derecho, y espera que un gobierno justo se las dé. No hay que perder tiempo haciendo cuentas, en las que siempre lo enredan a uno esos perversos tecnócratas. Esa clave se repite siempre, no hay nada inauténtico en el guerrillero que defiende un derecho para el pueblo. Él piensa en él mismo y su familia y sus vecinos, él es un líder popular que obtendrá para los suyos lo que se les debe. Es decir, toda la lógica de clientelismo y violencia está en esa «idea»: los oligarcas son sólo el «pueblo» al que se le ha hecho justicia.] O como las contribuciones de los Estados Unidos al Plan Colombia, que suman ya 3.700 millones de dólares, y se completan con 6.900 millones más que ponemos los colombianos para un total de 10.650 millones. [Colombiano, colombiano, todo muy colombiano: ahora lo que invierte el Estado colombiano en el Plan Colombia se suma a lo que obtiene de vender empresas públicas, ¡y todo por la pendejada de la seguridad, como si fuera tan grave que lo secuestraran a uno o que cobraran la ley 002 o que huyeran todos los inversores o que mataran a cientos de miles de compatriotas y desplazaran a varios millones! Pero después se escandalizan de que uno los denuncie como partidarios del triunfo de las guerrillas. En comparación con esa serie de mentiras ser partidarios de las guerrillas es algo leve. Sólo es que, como ya he tenido que explicar tantas veces, el colombiano no ve sentido moral a los actos o a las palabras, sino expresiones de una jerarquía de «estratos». ¡Con tanta cultura como el doctor Caballero es lógico que estar a favor de él, sobre todo cuando también se tiene cultura y exigencias sociales de exhibirla y para eso se compra la revista Semana!]

Esa costosa política de seguridad, además de ser costosa, genera pérdidas. [Es increíble que se valore una prosa que además de repetirse y ser redundante, es tautológica. Y como si fuera poco, reiterativa; en otras palabras, se repite y se repite. ¿Quién viene a explicar cuáles son las diferencias entre los «costos» y las «pérdidas»?] Nos dicen, por ejemplo, que por el Plan Colombia han sido incautadas 716 toneladas de cocaína. ¿Y destruidas? Vaya uno a saber: a lo mejor se refundieron, como el medio millón de películas piratas decomisadas que se perdieron en el búnker de los magos de la Fiscalía. [Perdón, colombiano, colombiano: lo único que demuestra contra el Plan Colombia el hecho de que haya corruptelas es que se debió prever que la influencia de Caballero llegaba más allá de las familias con pretensiones: la alternativa no existe, nadie va a privatizar las drogas y sin persecución los narcocultivos coparían la selva y los alcaloides se venderían por una décima parte de su precio actual. Son como protestas contra el mal tiempo, cuyo sentido es proveer de buena conciencia a los lectores, muchos de ellos beneficiarios del narcotráfico, muchos con parentesco o amistad con beneficiarios y muchos con aspiraciones de ascenso social gracias a la solución negociada, esperanza que de todos modos les conviene porque es la que cimenta su red de contactos en el Estado.] Toneladas, nos dicen, por valor de 17.294 millones de dólares, que hay que sumar [sumar] a lo que costó incautarlas, pues si es verdad que fueron destruidas se trata de un dinero que, aunque ilegal, no ingresó al país; [¡qué lástima! Y lo peor es que habría servido para financiar la traquetización y el mal gusto que siempre hay que condenar, junto con la prohibición, para quedar bien con la izquierda] como hay que sumar también al costo de recuperar los cientos de miles de hectáreas devastadas por la tala y la fumigación, cuenta que nunca hace el gobierno. [Y que hay que cobrarle a los narcotraficantes y a todos sus defensores, pues ningún gobierno va a legalizar el narcotráfico. ¿Por qué no se lo piden a Chávez? La situación colombiana actual se podría resumir en que por parte de los poderosos hay un rechazo profundo al ascenso social de algunos narcotraficantes, pero a la vez un más vigoroso activismo a favor del narcotráfico, es decir, contra el hecho de que sea perseguido. Activismo sin otro resultado que el bienestar psíquico de quienes no quieren que su país sea otra cosa en el mundo. Más que cualquier cosa, Colombia se puede definir por la ceguera de la mayoría ante el significado de esa pasión nacional.]

Esa política de seguridad genera pérdidas también por la vía de la indemnización reclamada, y ocasionalmente obtenida, por las víctimas inocentes de los falsos resultados llamados "positivos" que fabrican las autoridades para cobrar (además) recompensas. Así, la Nación (todos nosotros) acaba de ser condenada a pagar unos 600 millones de pesos a los inocentes injustamente encarcelados por el asesinato de Galán. No es nada, claro está, 600 millones. [Claro está que sin la indemnización se protestaría por la falta de indemnización y si la indemnización fuera más alta sería más grave la pérdida para el Estado. «Claro está», no va a haber lector para quien seiscientos millones sea «algo», eso es impropio de su estrato, y aun: el hecho de creerse tan rico como Caballero es grato, y forma parte de la magia. Bah, seiscientos millones, nada... Dios mío, estos posts tan largos, en realidad sólo es la dificultad de la gente de entender, si no, el texto de Caballero bastaría, sólo habría que escribir una vez «colombiano», incluso como título de una obra conceptual en la que se pusiera el texto del artículo de Caballero agrandado. ¿O puede haber una muestra mayor de colombianismo, de degradación moral, que esa acusación contra una política y un gobierno por unos crímenes que tuvieron lugar bajo otro gobierno, contra un político más bien afín? Precisamente la política de Seguridad Democrática existe (y gasta plata) para corregir la situación que permitió el asesinato de Galán. Pero como hay que condenar siempre al gobierno para que los lectores se sientan superiores al presidente, pues no está tan mal la excusa.] Pero llegarán también las indemnizaciones por los "positivos" disfrazados de guerrilleros muertos en combate. [Si tal hecho es cierto, y puede serlo, se trata de otro de tantos crímenes que se cometen en Colombia, precisamente lo que la política de Seguridad Democrática pretende corregir. Nadie ha garantizado en ningún país que los militares o policías no delincan, ¿cómo se va a esperar otra cosa en un país en el que el columnista más leído es este miserable? ¿O es que no se han reducido los indicadores de violencia? ¿O esa reducción no tiene relación con el crecimiento económico? ¿O ese crecimiento es menor que lo que se gasta en seguridad? Cualquier cosa se explota para predicar el remedio: la rendición ante las guerrillas. El hecho de que muchos lectores de Caballero realmente desprecien a los guerrilleros por su mala pinta no implica que no se dejen llevar a esas conclusiones, que a fin de cuentas son las que convienen a su interés de preservación de la jerarquía. Es como cuando una señorita es sensible ante los halagos y caricias de un proxeneta: el «sentimiento» sólo es la excusa de una opción profesional, aquí la admiración por la destreza retórica del pensador conduce al reconocimiento por parte de los más patéticos arribistas de su condición de intelectuales, es decir, de hermanos de intereses de los profesores de la Nacional, es decir, de partidarios de la victoria de las FARC en aras de asegurarse rentas y rango. ¿O alguien me dirá cuál es la alternativa a la política de seguridad democrática?] Y asimismo, aunque tampoco será mucho, como ya lo han advertido el Comisionado de Paz y el presidente de la Comisión de la Verdad, las indemnizaciones a los desplazados y despojados y la muchísimo más costosa reinserción con ingresos para una "vida digna" de sus despojadores y desplazadores. [Más de lo mismo: ¿habrá quien recuerde que la política de Seguridad Democrática nació precisamente de esa situación? Es otro rasgo colombiano, el remedio es la causa de la enfermedad, el desplazamiento es la aplicación de la política predicada desde Alternativa, pero ahora se le cobra a la política que surgió tres décadas después para remediarlo. No es posible tanta mentira sin unas condiciones morales especiales.]

O sea: un montón de plata. [Por si algún lector se sorprendía de los costes que origina la seguridad democrática, la conclusión en un párrafo aparte: gracias de salón son las de este desaprensivo, pero no es él, no es él, es ese mundo... colombiano.]

Con lo cual no queda nada para financiar lo único que sí garantizaría seguridad en el país, y además fortalecería la democracia, en vez de simplemente usurpar el adjetivo "democrática" como lo hace la política del gobierno de Uribe. El empleo, y en particular el empleo en el campo, que es donde nace y se cría la violencia colombiana, y donde la única fuente de empleo que hoy existe, al margen de los cultivos de drogas ilegales y perseguidas, es la violencia armada. [Ya comenté la relación entre el empleo y la delincuencia, no es menos chocante el hecho de que Caballero maneja el sobreentendido de que el empleo rural dependerá de la inversión estatal. ¿O es que no ha aumentado? ¿O la seguridad no tiene que ver en el hecho de que alguien se decida a invertir en una empresa agrícola? De nuevo de lo que se acusa a la política de Seguridad Democrática es de aquello que pretende remediar. En Colombia ni siquiera se preguntan cómo hacen los países donde sí hay empleo rural. Bueno, en Cuba hay empleo rural provisto por el Estado, pero creo que muy pocos campesinos colombianos desearían ese paraíso. En cuanto a la violencia colombiana, sale del despacho de Caballero, de los restaurantes elegantes donde se reúnen los pensadores de la elite y sobre todo de las aulas universitarias. En las regiones de reciente colonización o especialmente apartadas siempre hay conflictos, pero nunca tendrían por qué ser contra el Estado de no ser por el soporte que le da el Orden Social Tradicional para defenderse de cualquier posibilidad de advenimiento de una sociedad liberal.] La violencia narcoguerrillera, la violencia narcoparamilitar y la violencia de la Fuerza Pública, cuyos efectivos han crecido en un 50 por ciento en los últimos cinco años. [Hermosa melodía en una pieza llena de aciertos: el hecho de que la fuerza pública haya crecido, gracias a lo cual se han reducido de forma casi increíble los secuestros y homicidios, se suma a la violencia guerrillera y paramilitar: el tema de la identidad entre secuestrar gente e impedir que se la secuestre, especialmente aderezado para un público ligero. Pero es que el dar empleo a los soldados y policías es otra acusación contra el gobierno, y otro gasto que se sumará al de la Seguridad Democrática, el Plan Colombia, la cocaína no vendida y las indemnizaciones por la muerte de Galán. Caballero se queja de que el ejército haya crecido porque es otra forma de violencia. ¿Qué puedo hacer yo? Dios mío, eso tiene un solo nombre: colombiano. Ningún crimen de la izquierda democrática supone una deformidad moral comparable, ni siquiera las castraciones pedagógicas ni el fútbol craneal. En cualquier país del mundo esa operación despertaría el escándalo. En Colombia lo que despierta el escándalo y las amenazas es la sorpresa ante esa afirmación. No parece haber ningún problema en que la gente viva repitiendo «razonamientos» de ese tipo, sino en que alguien los señale. Es intolerable, hay que hacer algo.] Sobre este tema de la financiación del campo, el Ministro de Agricultura acaba de anunciar que los 500.000 millones de pesos anuales prometidos por el gobierno en su programa de AgroIngreso Seguro para los agricultores arruinados por el Tratado de Libre Comercio no existen. Se reducirán, si acaso, a sólo 190.000 millones. Porque no hay plata. [Es muy interesante ese arte colombiano de crear realidades. El TLC ni siquiera está firmado, pero ya arruinó a los agricultores. Ningún problema, el lector sube de estrato leyendo a Caballero, ¿para qué va a arriesgarse a bajar creyendo que la relación privilegiada con la primera economía del mundo generará oportunidades a los agricultores? Eso formaría parte de odiosas discusiones tecnocráticas, que vendrían a ser lo mismo que trabajar y no tener su pensioncita temprana gracias a la cultura.]

Así que seguirá creciendo el éxodo campesino hacia las ciudades, en las que tampoco hay empleo. Salvo, también, el que da la violencia o la ilegalidad. Las autoridades prohíben y persiguen el rebusque: la venta ambulante, por ejemplo, que da de comer a medio millón de personas, o ahora también el mototaxismo, del cual viven otras 200 mil. Porque no hay plata. [Más colombianeo: ahora los que no pisan los andenes porque siempre van en carro se ponen en el lugar de los vendedores ambulantes o los mototaxistas. ¿A alguna hora se les ocurriría que sin bandas asesinos habrá menos éxodo rural? ¿O que el trabajo de los agentes de la fuerza pública precisamente detiene ese éxodo? Las conclusiones de Caballero no corresponden a la realidad ni a la lógica, sino al halago del lector, que no sólo está por encima de Bush y de Uribe, sino que además es misericordioso con los desplazados y vendedores ambulantes. La suma de mentiras es tal que es inconcebible una persona honrada que no se indigne, pero precisamente la vida colombiana consiste en que la herencia de la esclavitud, del saqueo y de la equitación humana es la ausencia de honradez entre las clases poderosas. ¿O serán los desplazados los que leen a Caballero? ¿O qué leerán digamos el cinco por ciento de los colombianos de renta más alta aparte de esa revista?]

Y sin embargo podría haberla [plata]. Se podría, por ejemplo, perseguir la evasión de impuestos, que según el economista Álvaro Montenegro "ronda el 30 por ciento del recaudo". [Claro, y que expropien a los corruptos, etc. ¿Alguien duda de que el gobierno persigue la evasión? Claro que sigue habiéndola porque hay muchos lectores de Caballero entre los funcionarios, y en general porque se trata de Colombia, pero el problema de la evasión fiscal no se resuelve enunciándolo ni el remediarlo permitiría pagar todos los gastos del Estado. Más adelante se verá a qué corresponde esta denuncia, comprobada por el Ph. D de Montenegro, el Caballero de los economistas, un demagogo al que sólo le falta descaro y retórica para dejar sin trabajo al Dandi Taurino.] Se podría empezar por atajar la descomunal operación de evasión que está a punto de perpetrarse por cuenta de la venta de Bavaria por el Grupo Santo Domingo a la multinacional cervecera SABMiller y que hace unas semanas denunció ante la Dian el abogado Francisco Vergara. [Tantos posts, tantas palabras y sólo hace falta una que describe esas cosas a la perfección: colombiano. ¡Ahora los delitos son anteriores a las normas! No tardarán en presentar una tutela contra Caín y otra contra los descendientes de Jiménez de Quesada. Incluso puede que las normas antiguas lleguen a ser delito. ¿Alguien conoce alguna norma por la que esa operación comportara el pago de impuestos? Precisamente la operación se efectuó así porque la norma no imponía impuestos. Pero es lo colombiano, si la ley no existe se inventa, o se fuerza la interpretación, porque el problema es que se haga la voluntad del poderoso, no el código escrito y consensuado. No otra cosa pasa con las tutelas y en general con las sentencias de las altas cortes, cuando no es posible inventarse la norma se invoca un derecho fundamental o se fuerza la interpretación de cualquier norma existente. Pero eso colombiano en el caso de los lectores de Caballero tiene un sentido todavía más profundo, no sólo es el halago rutinario, sino algo fundamental: es que ¿cómo van ellos en esa operación? En cuanto descendientes de la corporación colonizadora y de los súbditos del remoto rey de Castilla, todos son en cierta medida dueños de todo. ¡Cualquier propiedad les parece un despojo! El argumento sobre esa privatización es otro disfraz verbal de la misma pretensión expropiadora. En Cuba ocurrió eso a favor del mismo tipo de gente, y si bien han vivido con alguna estrechez, lo que está claro es que en cincuenta años ni han trabajado ni han perdido los esclavos ni han visto amenazado su rango social por las influencias extranjeras. Es que si no se entiende a este grotesco mentiroso como portavoz del castrismo local no se entiende nada.] Una evasión lograda mediante un complejo juego de prestidigitación financiera hecho de permutas, transferencias, pretendidas fusiones y falsas escisiones, que de por sí sola equivale a tres o cuatro reformas tributarias, según calculan los expertos. [La unidad de medida de las reformas tributarias... Y el derecho basado en epítetos y supuestos es la ausencia de derecho, aunque puede que algún magistrado obtenga algo de la empresa para no aprobar la demanda. Lo que nadie va a mostrar es la ley que impone tributos a una transacción de ese tipo porque las empresas cuentan con los mejores abogados precisamente para eso. Pero-los-lectores,-las-eternas-víctimas,-no-dejarán-de-sentir-el-despojo-de-que-son-víctimas. Pobres. Esperen, esperen, ya queda lo menos: Caballero, buen proxeneta, sabe llevar al clímax a su público.]

Pero mucho me temo que el gobierno prefiere inventar nuevos impuestos para los asalariados que intentar cobrar lo que debe el poderoso Grupo. [¡Nuevos impuestos para los asalariados! ¿Sabe algún lector que si se pensara en los lectores de Caballero, el cinco por ciento de colombianos de mayores ingresos, habría una abrumadora mayoría de asalariados? ¿Y que si se cuentan sólo los asalariados del Estado su renta promedio es muy superior a la de los que trabajan por su cuenta y tienen algún negocio? Aunque se cuente a los potentados, en Colombia la lucha de clases es entre los sindicalistas que se ganan el sueldo de cincuenta personas y pueden llegar a magistrados y ganar aún más (y los rectores, congresistas, investigadores, violentólogos, etc...), y los explotadores que ponen un puesto de arepas o crían media docena de vacas. A los asalariados les debe el grupo lo que ninguna ley obliga a pagar, pero lo peor es que el gobierno se inventa impuestos. ¡Si según El Tiempo alguien que se gana 25 salarios mínimos es un sufrido ciudadano de clase media, y la amenaza es que el gobierno quite la exención a una cuarta parte del salario, imagínense, seis salarios mínimos sobre los que no se paga nada, sin decir que sobre el resto se paga una ínfima proporción de lo que se pagaría en un país plenamente humanizado...! En fin, el arte colombiano del colombiano arquetípico: hallar excusas para la dominación de la misma casta de parásitos de siempre y disfrazarla como justicia y derecho. Sólo que para seguir siendo eso, ese fósil increíble que haría vomitar a medio mundo si se le entendiera (por ejemplo, si en los países plenamente humanizados leyeran a Caballero), los doctores colombianos tienen que apoyar mucho, mucho narcotráfico y soportar la arrogancia de muchos, de muchísimos traquetos. Y sobre todo encargar (y encarar) cada vez más, más, más masacres.]


9.11.2006

María Jimena Duzán y los montajes de las guerras

La guerra de los montajes

Por más que se intente ocultar, la verdad siempre se las ingenia para salir a flote. [La verdad es sencillamente maravillosa, se intenta ocultar, pero siempre se las ingenia para salir a flote: yo voy al casino a ganar plata, pero siempre me las ingenio para salir perdiendo. Al interesado en el lenguaje: debería decir «se la intente ocultar»] Eso acaba de sucederle al presidente Bush a solo cinco años de haber declarado la guerra contra el terrorismo, tras el atentado a las Torres Gemelas. [¡Que se intentaba ocultar pero salió a flote!] Su administración ha sido cogida en varias mentiras, las cuales habrían sido prefabricadas para legitimar invasiones a países como Irak, debido a su gran preponderancia energética, convirtiéndolos en enclaves del terrorismo, cuando en realidad no lo eran. [Ya se verá cuáles eran esas mentiras, y son más viejas que la moda de andar a pie, pero ¡acaba de sucederle!] Un comité del Senado norteamericano ha dicho que todas las razones que invocó la administración Bush para invadir a Irak no son más que burdos montajes. [Lástima que la exitosa columnista no escriba un blog, seguro que alguien le pediría el enlace del sitio en que el Senado estadounidense usa ese lenguaje. Es un estilo característico, seguro que los partidarios de la columnista nos muestran ese enlace. Bah, es que la leen colombianos, nadie nota que una inexactitud es algo distinto de un burdo montaje.] No era cierto que Osama ben Laden estuviera relacionado con Saddam Hussein -cualquier experto en el tema hubiera podido decirles que en realidad eran enemigos-; [Qué curioso, en ninguna parte he leído que el gobierno de EE UU dijera que Bin Laden y Sadam tuvieran relación: lo que sí se sabe es que Sadam había ordenado a sus huestes abandonar la ideología fascista antigua (baazista) en favor del islamismo: tarde o temprano terminarían colaborando] tampoco era cierto que Irak fuera una amenaza para E.U., porque nunca tuvo un programa clandestino de armas nucleares y biológicas, como lo afirmó una y mil veces el presidente Bush. [Al que le interese el tema le recomiendo este artículo: lo que era cierto es que Sadam había saboteado durante doce años las inspecciones, nadie sabía si tenía o no un progama de armas de destrucción masiva. Pero ¿desde cuándo hacen falta esas armas para ser una amenaza? ¿Bin Laden tenía esas armas? ¿No intentó Sadam matar al padre del presidente Bush?] Estas verdades tienen por primera vez en serios aprietos a la dupleta Bush-Cheney, quienes andan buscando a algún incauto para echarle la culpa, antes de que el agua les llegue al cuello. [¡Por primera vez! Llevan cinco años cantando victoria cada vez que hay una masacre, cada vez que mueren decenas o cientos de iraquíes, de españoles, de británicos, se frotan las manos y sonríen esperanzados, se va a caer todo eso y los puesticos diplomáticos llegarán antes de lo esperado, pero ahora resulta que es «por primera vez».]

¿Y por qué traigo a colación este episodio que hoy conmueve a la sociedad norteamericana? Pues porque no hay duda de que entre la guerra contra el terrorismo de Bush y la guerra contra el terrorismo que Uribe les declaró a las Farc hace ya cuatro años hay una analogía inevitable. [«Analogía», «inevitable»... ¿No se trataba de «burdos montajes» para tener excusas para la guerra: también la presidencia de Uribe, según la señora Duzán, se basa en «burdos montales» para combatir a las FARC. Sirva ese detalle para explicar algo que parece ocioso repetir tanto: hay cientos de miles de colombianos que no condenan los montajes ni las mentiras ni los excesos ni los errores del gobierno, que sencillamente condenan que se combata a las FARC. La desgracia es que hay una clara mayoría que no quiere ver que esos colombianos, a quienes esta señora representa tal vez mejor que nadie, sencillamente están con las FARC, sólo condenan a Uribe porque combate a las FARC.] Para comenzar: no deja de ser una coincidencia sospechosa que en momentos en que en los Estados Unidos se revelan las mentiras que se fabricaron para legitimar la invasión a Irak, considerada hoy como un estruendoso fiasco, aquí también se empiecen a conocer los montajes que se han hecho en el Ejército al amparo de la guerra contra las Farc. [En efecto, una coincidencia sospechosa en cuanto despierta sospechas sobre la intención de quienes destapan los escándalos. Es increíble que alguien mienta tanto: las supuestas mentiras llevan más de tres años divulgándose, ¿cómo es que ahora se «revelan»? Lo de un «estruendoso fiasco» lógicamente lo quieren ver los partidarios de la señora Duzán, ¿qué pensará Sadam Husein? ¿Qué relación tienen los supuestos montajes con las supuestas mentiras? ¿Cómo que es una coincidencia «sospechosa»? Repito, ¿dónde está lo «sospechoso»? ¿Dónde está la relación? A los colombianos los llenan de epítetos, de encadenamientos de palabras mágicas, de simetrías, de relaciones indemostrables y de ahí sacan una verdad para que por ejemplo los empleados estatales se hinchen de furor antiyanqui y antiuribista ante la amenaza contra sus exenciones y contra sus pensiones tempranas. ¡Ya ponerse a favor de las FARC y del narcotráfico es simplemente corresponder a la verdad!] Montajes que, dicho sea de paso, no son un caso aislado, como insiste en presentarlo el ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, sino una constante que debería preocupar a los estrategas de esta guerra, si es que los tiene. [Ya la proclama antiyanqui puso a los lectores de parte de la columnista, ahora se cobra el efecto: esta guerra no tiene estrategia. Es una guerra ajena al lector y sus supuestos estrategas son despreciables. De verdad, no hay niños castrando policías en el monte, sólo hay personajes sin escrúpulos, llenos de ambiciones y rencores que envenenan el lenguaje con artimañas de ese estilo para debilitar cualquier resistencia a su carrera diplomática.]

Hace unos meses, el país se sorprendió con la noticia de que un funcionario del DAS fabricó atentados contra el propio presidente Uribe y fueron presentados como de las Farc. Lo mismo sucedió con las denuncias que se hicieron bajo la dirección del doctor Noguera en el DAS, algunas de las cuales sugerían que grupos paramilitares ayudaban a la guerra contra las Farc y les daban los positivos a los funcionarios públicos. Otro tanto ocurrió cuando se filtró la información falsa de que una columna de las Farc se iba a desmovilizar, aportando como dote un avión. Poco después se descubrió que la noticia era un montaje para crear un efecto en la opinión nacional de que las Farc, contrario a lo que decían, sí se querían desmovilizar. [¡Que no esperen que las FARC se quieran desmovilizar, si usted oye eso, tenga por seguro que es un montaje. Las FARC lucharán hasta el final por la justicia social, porque la lucha de tantas décadas de María Jimena Duzán no puede resultar sólo un esfuerzo estéril.]

Hasta ahora, el presidente Uribe ha conseguido salir bien librado de sus errores y se las ha ingeniado para reportar como suyos únicamente los triunfos. Se las ha ingeniado para no asumir la responsabilidad de lo que sucede en el Ejército, a pesar de que es bien sabido que en su obsesión por hacer la guerra contra las Farc impuso la premisa de que lo importante eran los resultados y no los métodos con que se conseguían los positivos; [esto es un evidente delito de calumnias, si el presidente no tiene en cuenta los métodos está llamando a cometer delitos. La calumnia aparte señala que el presidente tiene alguna relación con esos hechos: más satisfacción para los que no quieren que se combata a las FARC]; también se las arregló para no tener que ver con los casos de corrupción en la Policía, [al igual que María Jimena Duzán, Uri Geller y Vladimir Putin: ¿por qué tendría que ver con los casos de corrupción en la policía? Yo no entiendo qué clase de chusma se suma a semejantes calumnias. Parece mentira. ¡Usted, amigo lector, se las ha arreglado para no ser responsable de los atentados contra las Torres Gemelas!] ni con lo que sucede en la Superintendencia de Notariado y Registros, a pesar de que quien estaba al mando era una persona muy allegada suya; [ahora la responsabilidad viene de que el responsable era «allegado»: dentro de poco por cada delito serán detenidos los sospechosos y sus allegados] ni, desde luego, con lo que sucede en Ralito, no obstante que este proceso de paz también es producto de una premisa sobre la cual se ha librado la guerra contra el terrorismo: la que dice que hay que aliarse hasta con el diablo para acabar con ese flagelo, incluso con sectores del narcotráfico. [¿Dónde está esa premisa? ¿Dónde están las pruebas de que el presidente está aliado con el narcotráfico? El público de María Jimena Duzán vive de esos rumores y se alegra de encontrar tal confirmación, como tan sutil. Si tiene alguna prueba de que el gobierno, el presidente o el comisionado se hayan aliado con el narcotráfico contra el terrorismo o alguien haya dicho que se debe seguir esa premisa, sería bueno que la columnista publicara el dato, o fuera a la Fiscalía a denunciarlo. ¡Pero si los que la aplauden son los mismos que se oponen a que se combata el narcotráfico y bailan en una pata de lo que los alegra el pretendido fracaso de la lucha contra esa industria!] Pero todo sea porque el fin justifica los medios. Lo grave sería que al cabo de unos años esta estrategia solo haya servido para fortalecer a las Farc y a los narcos. [Aquí sale el diablo a hacer hostias, cosa que cualquier lector de comentarios en la prensa comprueba cada día: hasta ahora las FARC han retrocedido de forma drástica y si se llegan a reanimar no será por culpa de los montajes sino de... del éxito de personajes como María Jimena Duzán y sus discursos, que de todos modos caen en terreno abonado: el del bandido que hay en el colombiano tradicional.] A Bush le están resurgiendo hasta los talibanes. [Lo mismo, lo mismo, como los lectores colombianos llevan años sin oír hablar de éxitos de los talibanes, sencillamente creen que dejaron de existir. Ahora sale alguna noticia de que vuelven a atacar, entonces es la hora de cobrar el triunfo. No hay problema, si hubieran sido derrotados del todo serían víctimas de la arrogancia y la brutalidad imperiales, personas con valores diferentes a los de la globalización que fueron aplastados por la máquina de guerra... No ocurre nada fuera de nuestras cabezas, es que en Colombia abunda el tipo humano que devora esa retórica. Es representativo y aun poderoso. Es el tipo dominante y la mayoría de los ciudadanos, las víctimas, no quieren verlo.]

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